De manera inicial, es posible caracterizar a los contenidos de aprendizaje como el término genérico que define una de las preguntas básicas dentro del proceso educativo: ¿qué enseñar?
Los contenidos y su relación con los objetivos de aprendizaje
Para seleccionar los contenidos, en primer lugar, es necesario basarse en los objetivos de aprendizaje –que fueron previamente definidos–, jerarquizando las áreas temáticas clave.
Los contenidos se describen en función de los objetivos de aprendizaje. Por lo tanto, es posible diferenciar tres categorías:
- Conceptuales: refieren a conceptos, hechos, datos, principios. Corresponden al saber.
- Relacionados a las habilidades cognitivas y procedimentales: hacen referencia a procedimientos, destrezas de tipo operativas (saber operar) o cognitivas (saber cómo proceder). Corresponden al saber hacer. Por ejemplo, construir un modelo, hacer un resumen, elaborar un plan de observación.
- Actitudinales: están vinculados a las actitudes, valores o normas. Corresponden al saber ser.
Muchas veces, los contenidos focalizan en el desarrollo de aspectos conceptuales. No se trata de reducir la importancia de estos contenidos, sino de tener en cuenta que el aprendizaje que se pretende desarrollar en la formación de un profesional, precisa una estrecha relación entre los tres tipos de contenidos mencionados.
De esa forma, se favorecerá la interacción entre el aprendizaje conceptual, la adquisición de habilidades cognitivas y procedimentales, y el desarrollo de actitudes y valores.
En resumen:
- Los contenidos elegidos deben permitir el desarrollo de los tres tipos de saberes.
- Los contenidos seleccionados deben permitir el desarrollo de actividades de aprendizaje que promuevan los niveles superiores de pensamiento.
- Los contenidos más adecuados son aquellos que están más próximos a la realidad en la que se desempeñará el futuro profesional.
La selección y jerarquización de los contenidos
En ocasiones, los docentes anteponen el desarrollo de los contenidos del programa de un curso, en detrimento de planificar y destinar tiempo para realizar actividades de aprendizaje, alegando que no da el tiempo para abordarlos todos. Esto se traduce, en la práctica, en una serie de clases expositivas, donde el docente es el protagonista de la obra y los estudiantes son la audiencia.
En la actualidad, los individuos se enfrentan a una enorme cantidad de conocimiento acumulado, pues cada disciplina o ciencia se desarrolla a gran velocidad, integrando nuevos aportes y campos temáticos. Por ende, esto desafía al docente a reconsiderar y jerarquizar los contenidos. No se pueden aprender todos los saberes fácticos, porque además se olvidan fácilmente.
Es necesario poner énfasis en el desarrollo de las habilidades cognitivas, que le permitan, a los estudiantes, usar adecuadamente lo aprendido. También en impulsar el aprender a aprender, que es lo que deberá hacer el profesional a lo largo de su vida.
En consecuencia, es útil distinguir entre contenidos básicos (es decir, imprescindibles) y contenidos complementarios. Por ejemplo, parte de estos últimos pueden incorporarse mediante actividades de aprendizaje autónomo, por parte del estudiante.
En la educación online, se debe pensar en profundidad qué contenidos seleccionar, porque una vez que el curso está inserto en la plataforma, no es fácil hacer modificaciones.
La estructura del contenido
El contenido de la asignatura puede estructurarse en módulos, bloques temáticos o unidades de didácticas. Los estudiantes pueden acceder a aquello que van a aprender desde libros, documentos, páginas web, enciclopedias electrónicas, bases de datos o desde el conocimiento del profesor.
Sin embargo, el docente debe tener en consideración un elemento clave: la organización de los contenidos, que implica resolver la forma en que estos se presentarán y mostrarán al estudiante.
En ese sentido, es fundamental que las unidades tengan un formato homogéneo, en relación al tamaño de las páginas, al estilo gráfico, al formato y a todos los elementos que hacen que el material se vea como parte de un todo –y no como un collage de contenidos organizados de cualquier modo–.